28/9/09

LA IGLESIA OCUPADA – CAPITULO XVII

EL MODERNISMO

    En sus orígenes, Cristo era un pobre y humilde judío que no sabía lo que fundaba. Ha sido cargado de riquezas por las generaciones.
    Perdón, Sr. Loisy, pero, ¿es Dios?”
    MAURICE BARRÉ S
    Cahiers, VII, p. 19

No hay malos tiempos. Hay malos clérigos. Todos los tiempos pertenecen a Dios, pero desgraciadamente no todos los clérigos le pertenecen...”
    CHARLES PEGUY

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Capítulo XVII: El testimonio de Benedetto Croce — Las divagaciones del padre Loisy — La verdad del padre Laberthonnière — Las extravagancias del padre Davry — El nombre según el padre Hecker — La cuestión de Barrès — Una palabra reveladora del padre Klein — La santa cólera de Péguy — El asunto de los seminaristas — La herejía que se disimula — La opinión de los protestantes — Ya no había que pagar por las sillas — Los apóstatas — Pío X impone el juramento antimodernista — ¿Puede un error convertirse en verdad con el tiempo?

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Nota: "La Iglesia Ocupada" es un libro de Jacques Ploncard d’Assac, publicado en capítulos para Santa Iglesia Militante por Cecilia Margarita de María Thörsoe Osiadacz.

Para ver la totalidad de los capítulos publicados puede clickear en: LA IGLESIA OCUPADA.

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                En su Histoire de l‘Europe au XIX siècle (Historia de Eurpa en el siglo XIX), Benedetto Croce abordando el intento de penetración de las ideas liberales en la Iglesia, hace una observación muy interesante:

                “Este esfuerzo de acercamiento y de conciliación, diverso y a veces de distinto espíritu según los países y atemperado o mezclado de forma diferente —escribe—, tomó el nombre de catolicismo liberal. En esta denominación, está claro que la sustancia estaba del lado del adjetivo, Y SE LLEVABA LA VICTORIA NO EL CATOLICISMO SINO EL LIBERALISMO al que este catolicismo se decidía a acoger y en cuyo viejo mundo introducía su levadura.

    El viejo filósofo napolitano de la vía Trinitá Maggiore se burlaba de ello, como se había burlado del liberalismo de Mussolini que le había dejado publicar su revista Crítica, durante todo el régimen fascista, pero tenía bastante honradez intelectual para reconocer que la Iglesia había tenido razón para defenderse, y rendía un homenaje a Pío X:

                “Entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX —escribía— surgió impetuosamente entre los católicos más cultivados, bajo la influencia de la filosofía y de la historiografía laicas, el movimiento llamado ‘modernismo’ (…) pero, en ese momento la Iglesia, a cuya cabeza se encontraba Pío X, se defendió firme y valientemente en sus viejas trincheras bien fortificadas y finalmente, después de haber condenado el modernismo por la encíclica Pascendi (1907), lo extirpó y lo arrojó al fuego. Sin embargo esta defensa y esta victoria le costaron la pérdida de un buen número de las inteligencias más ricas en doctrina y las más elegantes que la Iglesia poseía. PERO ESTA PÉRDIDA ERA MUCHO MENOS GRAVE QUE LA PÉRDIDA DE SU PROPIA RAZÓN DE SER QUE SE HABRÍA PRODUCIDO INELUCTABLEMENTE SI HUBIESE CAPITULADO O SI HUBIESE LLEGADO A UN ACUERDO”.

    Porque en el dominio del espíritu, las tentaciones son las mismas en todas las épocas, el testimonio del filósofo anticlerical conserva un valor de advertencia.

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    El padre Loisy —el futuro apóstata— describía bastante bien la evolución del espíritu de los “modernistas” en un artículo de la Revue du Clergé Français, de diciembre de 1898:

    “Es fácil de comprender —escribía— que el cristianismo debía tener un desarrollo… porque era una religión universal que no podía dejar de transformarse, de enriquecerse y de agrandarse por efecto de sus relaciones con el mundo en el que estaba llamada a vivir: porque era imposible, incluso en los puntos de doctrina más importantes, atenerse a la letra de la Escritura sin caer en un vano culto de fórmulas; (...) porque la revelación acusa en la misma Escritura un desarrollo progresivo y no se ve por qué el desarrollo se pararía en seco a la muerte del último apóstol; porque la idea de una doctrina absolutamente perfecta desde el comienzo y que no tuviese nada que ganar por las investigaciones, las aplicaciones, las experiencias posteriores, es inconcebible y absurda...

                “El poder de asimilación… asegura a la Iglesia su forma de desarrollo legítimo, LO QUE YA ANTES HABÍA REALIZADO LA HEREJÍA DE MANERA INCOMPLETA E IRREGULAR. Así, vemos a los montanistas preludiar el ascetismo religioso, a los gnósticos la teología cristiana, a los sabelinos la concepción trinitaria de San Agustín...

                “En un sentido muy exacto, el cristianismo es un desarrollo del judaísmo postexiliano, el cual es un desarrollo de la religión patriarcal que tiene su punto de partida en la noción de humanidad prehistórica”.

                Dicho de otra manera, ¡ la Iglesia no avanzaría más que bajo el empuje de las herejías!

                Cuando el padre Laberthonnière, otro jefe de filas de los modernistas, afirmaba que: “la idea fundamental que, a pesar de todas las divergencias, se ha afirmado más enérgicamente que nunca en la filosofía moderna, a saber, que no hay verdad que el hombre tenga que soportar, porque esta verdad sería entonces para él una opresión en lugar de una dilatación del ánimo, la esclavitud en lugar de la libertad, la muerte en lugar de la vida, esta idea la aceptamos con pleno conocimiento de causa (...). Entonces, cuando los filósofos para permanecer filósofos, para salvar la autonomía que constituye nuestra personalidad moral, reclaman una verdad que tenga por característica el ser ‘inmanente’, es decir, que se relaciona con ellos, que pueden encontrar en ellos, en lo que son y en lo que deben ser, no podríamos hacer otra cosa que darles la razón, puesto que toda verdad que no tuviese este carácter sería inevitablemente opresora, al imponerse desde fuera”

                Las ideas más extravagantes fluyen de las plumas eclesiásticas:

                Es el padre Davry quien escribe en los Annales de pliilosophie chrétienne (enero de 1899)

                “Ha llegado la hora para el hombre moderno, después de haber sido el hombre pagano, y luego el hombre cristiano, de convertirse con la ayuda de los dos, en EL HOMBRE EMINENTEMENTE HOMBRE... de inventarse una doctrina para él, extrayéndola con una mano del paganismo y con la otra del cristianismo (sic)”.

                Este mismo padre Davry proclamaba:

                “No podría haber una peregrinación de sacerdotes que irían a bautizarse como hombres (sic), que irían a sacudir las cadenas de un sistema odioso en el que el vicario no piensa más que por el párroco, el párroco por el obispo, y el obispo por el gobierno? Entre nosotros, la jerarquía mata al individuo.

                “…El Altar construido en el estilo del siglo XVII está destinado a ir a reunirse con el Trono, hay que rejuvenecer el edificio entero y ponerlo en armonía con el gust y las necesidades de las generaciones futuras”

                Para el P. Hecker, “el hombre es y no puede ser sino bueno, dotado de la razón que tiende a lo verdadero y de la libertad que tiende al bien; si la razón abraza lo falso, es bajo apariencia del bien. El pecado original no ha dejado en el hombre ninguna mala cualidad”

    El desorden de los espíritus había llegado a tal punto que uno ya no se asombra de ver escrito en la Justice Sociale:

                “Hoy día ya no son los párrocos, ya no son los católicos quienes predican las ideas fundamentales del Cristianismo, sino los socialistas y los anticlericales”.

* * *

    Maurice Barrès hacía constar en sus Caihers lo que tenía de absurdo el razonamiento de los modernistas. Para ellos, decía, “la ciencia nos dice que todo lo que está vivo evoluciona. Luego si el cristianismo está vivo, evoluciona. Si Cristo está vivo en mí, evoluciona, no es lo que era. En sus orígenes Cristo era un pobre y humilde judío que no sabía lo que fundaba. Ha sido cargado de riquezas por las generaciones.

                “—Perdón, Sr. Loisy, pero ¿es Dios?

                “—¿Dios? Sr. Barrès, ese es el sentimiento que está en Ud.

                “Eso son necedades. ¿Y por qué esos señores sacerdotes conservan sus vestimentas y dicen misa? Si se avergüenzan de su sacerdocio que cuelguen los hábitos”.

                Barrès refería esta significativa anécdota sobre el padre Klein, uno de los cerebros de la secta:

                “El padre Klein conversaba con varios universitarios con los que estaba divagando y le hacían hablar sobre la idea de Dios (pues no trataban de Dios, sino de la idea de Dios), el padre no estaba en uno de sus días inspirados, se embrollaba, entonces se le escapó decir: ‘es curioso, cuando se ha estado mucho tiempo sin pensar en ello, ya no se sabe bien lo que se encierra en este concepto’”. 

                Esta anarquía clerical provocaba naturalmente vivas reacciones. Vemos por ejemplo que La Semaine Religieuse de Versalles se alarma con los que, queriendo “limpiar las avenidas del catolicismo ante la ola ascendente de la democracia”, hablan de bautizar la revolución. Pero La Semaine Religieeuse recordaba que, “no es solamente una ruina dinástica la que ha marcado su nacimiento, sino la eliminación sacrílega, la erradicación de los derechos de Dios y la instauración oficial de ese ateísmo social contra el cual se debate desde hace un siglo la sociedad francesa (…). No se puede sacar luz de la sombra, orden del desorden. ¿QUAE AUTEM CONVENTIO CHRISTI AD BELIAL? Se trata de un mal incurable porque radica en la misma esencia del ser que se aspira a transformar: en resumen, es un vicio original y radical, que no puede borrar ningún bautismo: nada bueno puede florecer de un mal principio: ‘¿ se cosechan uvas de las espinas?’ ha dicho el Maestro” .

                Péguy decía más brutalmente:

                “Los curas trabajan para demoler lo poco que queda. Lo hacen con mucho éxito. Incluso sólo en ese campo tienen éxito. Pero hay que hacerles justicia, porque en él trabajan activamente”.

                Se dice: ¡ son los malos tiempos!

                “No hay malos tiempos —respondía Péguy— hay malos clérigos. Todos los tiempos pertenecen a Dios. Desgraciadamente, todos los clérigos no le pertenecen.

                “Hay personas que quieren perfeccionar el cristianismo. Es un poco como si se quisiese perfeccionar el norte, la dirección del norte... el norte está fijo de forma natural; el cristianismo está natural y sobrenaturalmente fijo. Así como los puntos fijos han sido dados de una vez por todas en uno y otro mundo, en el mundo natural y en el mundo sobrenatural, en el mundo físico y en el mundo místico. Y todo el trabajo, codo el esfuerzo que hay que hacer después es, por el contrario, conservarlos y mantenerlos”

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                El “modernismo” ganaba los seminarios donde se organizaba clandestinamente. En 1901, el padre Maignen publicó en La Vérité Française una serie de artículos denunciando una organización oculta “que abarcaba unos cincuenta seminarios y que afiliaba cerca de un millar de alumnos”. Además de las correspondencias confidenciales, se incitaba a los seminaristas a leer los periódicos modernistas: la Justice Sociale y La Voix du Siècle que se les enviaba por un precio irrisorio. Al obispo de Quimper le impresionaron las facilidades dadas para la lectura de estos dos periódicos “funestos para la disciplina eclesiástica” y el padre Naudet ofreció, por toda respuesta, un abono gratuito de tres meses a la Justice Sociale, a cualquier sacerdote que acabase de ser ordenado y que le enviase simplemente su tarjeta haciéndolo constar.

                “Tengamos la franqueza de decirlo —escribía el padre Fontaine: el mal está en nuestras casas de formación sacerdotal. . .   Recordemos las chaines y otras pequeñas publicaciones clandestinas que circulaban en los Seminarios Mayores a espaldas de los directores, hace algunos años. Se asegura que esto ha sido reemplazado por círculos de estudio más o menos ocultos en donde se debaten las cuestiones de moda. Allí se imparte UNA ESPECIE DE ENSEÑANZA ESOTÉRICA que recibe estímulos indirectos. . . Se proporciona a estos jóvenes revistas, periódicos y libros que corroboran sus más avanzadas opiniones. Se consideran como una élite intelectual que vive en una atmósfera superior que no podrían frecuentar las vulgares mentes que los rodean. Se aprovechan las vacaciones para desarrollar estas nociones adquiridas clandestinamente y bien diferentes de sus manuales teológicos o escriturarios”.

                Se está bien claramente frente a un complot. Algunos hombres se habían dado por misión hacer desviar la enseñanza tradicional de la Iglesia y formar verdaderas sociedades secretas dentro del clero.

                “Tengo la convicción profunda —escribía Mons. Turinat en 1902— de que los más graves peligros de la Iglesia de Francia en este momento no vienen de fuera… vienen de falsas y peligrosas doctrinas que alcanzan directa o indirectamente la fe misma, son tentativas que tienen por resultado romper los lazos de la disciplina, sembrar en el clero la división y la revuelta, transformar de manera deplorable el espíritu y la educación de los seminaristas y de los jóvenes sacerdotes”.

                Jamás se ha conocido exactamente la amplitud ni el verdadero origen de esta organización oculta que “abarcaba unos cincuenta seminarios y que alistaba cerca de un millar de alumnos con sus publicaciones, sus celadores, y sus recursos propios”.   Mons. Dubillard, obispo de Quimper, se daba cuenta, por entonces, de “la analogía existente entre este trabajo subterráneo y los programas elaborados en las logias masónicas”. “Se trata —decía— no solamente de periódicos como la Justice Sociale y la Voix du Siècle que se ponen a la disposición de los seminaristas durante las vacaciones a precios irrisorios y cuya lectura no puede ser sino funesta para la disciplina eclesiástica y para la formación del joven clero, sino también y sobre todo, de ciertas correspondencias litografiadas, hechas exclusivamente para los seminaristas y que se difunden, en la hora actual, en casi todas las diócesis de Francia. Estas correspondencias llevan nombres diferentes pero todas están redactadas con el mismo espíritu”.

                Se guardó tan bien el secreto que jamás se pudo saber el nombre de la que circulaba en la diócesis de París. Cinco publicaciones diferentes eran difundidas en los Seminarios, divididos en cinco grupos: Le Trait d’Union, impreso en Lyon, comprendía dieciocho Seminarios; Le Lien, redactado en Orléans e impreso en Lyon, comprendía diez Seminarios; La Chaine de Auch, comprendía catorce Seminarios, Caritas para el norte, comprendía cinco. Una caja común era alimentada por los fondos que un misterioso “Nicodemo” traía de los frecuentes viajes a través de Francia. “A estas pequeñas hojas sociológicas se añadía otra, la más secreta de todas, que circulaba bajo capa, o más bien bajo la sotana”. En ella se encontraban artículos prohibidos como los del padre Loisy.

                Esta penetración interior de la secta modernista estaba sostenida por el régimen y un hecho, que refiere M. Nel Ariès, ilustra bien las subterráneas maniobras a las que el clero estaba sometido.

                “Los Institutos católicos no consiguen desembarazarse de ciertos profesores notoriamente modernistas. Un tal Bureau es mantenido en su puesto, por ejemplo, gracias a las presiones ejercidas sobre los miembros del consejo episcopal del Instituto católico. Por la oficiosa mediación de un personaje político conocido por sus compromisos, han sido advertidos que todo acto de rigor ejercido contra M. Bureau llevaría a la Cámara, por parte de los sectarios que hacen causa con él, una demanda de supresión de los Institutos católicos por intolerancia y despotismo religioso” ‘.

    * * *

    León XIII se inquieta. En 1899, se dirige al clero de Francia e invita a los profesores de los seminarios a vigilar a sus alumnos para “proteger la tan preciosa gracia de la llamada divina contra todas las funestas influencias, sean de fuera, SEAN DE DENTRO”. Recuerda que la causa de los males que padece la sociedad consiste en “las opiniones erróneas sobre todas las cosas”, llegando a los errores que penetran al clero:

                “Es para Nos un profundo dolor saber que desde hace algunos años, ciertos católicos han creído poder ir a remolque de una filosofía que, bajo pretexto de liberar la razón humana de toda idea preconcebida y de toda ilusión, le niega el derecho de afirmar algo que esté más allá de sus propias aspiraciones, sacrificando así a un subjetivismo radical todas las certezas que la metafísica tradicional, consagrada por la autoridad de las más rigurosas mentes, daba como necesarias e inquebrantables fundamentos para la demostración de la existencia de Dios, de la espiritualidad y de la inmortalidad del alma y de la realidad objetiva del mundo exterior”.

                “Nos contamos —decía León XIII a los obispos— con que redoblaréis vuestra solicitud PARA APARTAR DE LA ENSEÑANZA DE VUESTROS SEMINARIOS ESTA FALAZ Y PELIGROSA FILOSOFÍA”. Y recordaba a los directores de los Seminarios las palabras de San Pablo: “Guardad con cuidado el depósito que os ha sido confiado; huid de las nuevas palabras profanas y de las objeciones que se encubren con el falso nombre de ciencia”.

                Al clero, agitado por las nuevas ideas, León XIII le recordaba que “la misma virtud puede convertirse en un defecto y en un principio de desorden”. ¿ No era esto lo que había sucedido con los sacerdotes agrupados alrededor de Judas Macabeo’?  “Habiendo querido librarse de las reglas de la disciplina, se comprometieron temerariamente en un combate en el que fueron vencidos”. El Espíritu Santo nos dice de ellos “que no eran de la raza de los que pueden salvar a Israel. ¿Por qué? Porque NO HABÍAN QUERIDO OBEDECER SINO A SU PROPIA INSPIRACIÓN”.

                Y León XIII condena “las más peligrosas innovaciones de lenguaje, de aspecto, de relaciones que confunden los espíritus”. Son “pendientes resbaladizas que conducen a la apostasía, al americanismo penetrado de naturalismo”.

                “En presencia de los esfuerzos combinados de la incredulidad y DE LA HEREJÍA, para consumar la ruina de la fe católica, SERÍA UN VERDADERO CRIMEN PARA EL CLERO permanecer vacilante e inactivo. En medio de tan gran desbordamiento de errores, de un tal conflicto de opiniones, no puede faltar a su misión que es la de defender el dogma atacado, la moral disfrazada y la justicia con tanta frecuencia desconocida. A él le pertenece oponerse como una barrera al error invasor y a la HEREJÍA QUE SE DISIMULA”

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                El que sectas ocultas hayan intentado penetrar en la Iglesia a través de los Seminarios desde hace mucho tiempo, ya se sabía por una carta del cardenal Bernetti, Secretario de Estado de Gregorio XVI, quien escribía en 1845:

                “El Papa y el gobierno buscan un remedio al mal, un escape al contagio; uno y otro ganan terreno sin que se pueda detener el curso DE ESTE TORRENTE DESCONOCIDO. ALREDEDOR DE NOSOTROS SE AGITAN COSAS VAGAS Y MISTERIOSAS.

                “Nuestro joven clero está imbuido de las doctrinas liberales y las ha absorbido por el lado malo. Son sacerdotes, pero ASPIRAN A SER HOMBRES, y es inaudito todo lo que mezclan de fe católica y de extravagancias bajo ese título de hombre que preconizan con burlesco énfasis.

                La mayoría se deja llevar de SUGESTIONES DE LAS QUE NACERÁN EVIDENTEMENTE GRANDES CRISIS PARA LA IGLESIA”.

                Y he aquí que en 1899, medio siglo más tarde, se lee en los Annales de philosophie chrétienne:

                “Ha llegado la hora para el hombre moderno, después de haber sido el hombre pagano y luego el hombre cristiano, de convertirse, con la ayuda de los dos, en EL HOMBRE EMINENTEMENTE HOMBRE, de HACERSE UNA DOCTRINA PARA ÉL, tomándola con una mano del paganismo y con la otra del cristianismo”.

                El padre Naudet estima que “la formación del clero es demasiado exclusivamente clerical, NO SUFICIENTEMENTE HUMANA”. El padre Davry pide que los sacerdotes se hagan “bautizar como hombres”.

                Bien se ve aquí el “burlesco énfasis” del que hablaba. el cardenal Bernetti.

                También Pío X vuelve su inquieta mirada hacia el clero.  En su encíclica del 20 de julio de 1906 habla de “el espíritu de insubordinación y de independencia” que se manifiesta entre el clero. “ Ay!, dice; una atmósfera envenenada corrompe en gran medida los espíritus de nuestros días... Pero que tal espíritu PENETRE TAMBIÉN HASTA EN LOS SANTUARIOS... Es una cosa que nos llena el alma de inmenso dolor. Y sobre todo es entre los jóvenes sacerdotes donde un espíritu tan funesto lleva la corrupción, difundiendo en medio de ellos teorías nuevas y reprensibles SOBRE LA NATURALEZA MISMA DE LA OBEDIENCIA. Y lo que es más grave y muy propio para ganar nuevas adhesiones al NACIENTE GRUPO DE REBELDES es que, para tales doctrinas, se hace UNA PROPAGANDA MÁS O MENOS OCULTA ENTRE LOS JÓVENES QUE SE PREPARAN PARA EL SACERDOCIO A LA SOMBRA DE LOS SEMINARIOS”.

                Ya Pío IX, en un Breve del 6 de marzo de 1873, había hablado acerca de una manera de mantenerse “en el límite de las opiniones condenadas” que acabará, decía, por volver a ciertos católicos “más peligrosos y más funestos que los enemigos declarados, pues secundan sus esfuerzos in hacerse notar”.

                Ahora, audazmente franqueados los límites, la “tropa” de los rebeldes comienza a “ocupar” la Iglesia.

                Para convencerse de que la ofensiva se inscribía en el cuadro más vasto de una conjuración mundial político-religiosa, decía Mons. Dubillard que bastaba con ver lo que escribía L’Univers Israélite  que pedía a la Alianza Israelita Universal que se ocupase de los Seminarios, especialmente en Francia, pues Francia, gracias a su espíritu generalizador y expansivo puede estar llamada un día a hacer por la síntesis religiosa, lo que ha hecho para la reconstitución civíl y política del mundo”.

                En el Congreso eclesiástico de Bourges en 1900, ya se ve surgir la idea de “sustituir el gobierno de las Iglesias por un gobierno mixto y modelado sobre el parlamentarismo”.

                Por su lado, los protestantes estaban vivamente interesados por el movimiento modernista. M. Sabatier, decano de la Facultad de Teología protestante de París, escribía en Le Journal de Genève del 20 de octubre de 1898:

    “El elogio de las virtudes ACTIVAS en oposición a las virtudes PASIVAS de la antigua piedad, las reclamaciones a favor de la iniciativa individual, la acción inmanente del Espíritu Santo en el alma cristiana, no son sino influencias persistentes del protestantismo. El P. Hecker era un convertido, pero evidentemente había guardado de su primera educación, hábitos mentales y principios de vida que actuaron como un fermento en su piedad católica”.

    M. Sabatier alababa al ex abate Charbonnel por haber afirmado que el “americanismo” era neoprotestantismo. Declaraba que “si este espíritu de libertad y de individualismo triunfaba, haría estallar en pedazos el yugo de la disciplina absoluta y uniforme de la Iglesia”.

                La revista protestante Foi et Vie; que contaba con Marc Sangnier entre sus conferenciantes, enumeraba las posiciones adquiridas por los que ella llamaba los “jóvenes católicos”, a los que Fogazzaro denominaba los “católicos progresistas”:

                “Son un pequeño número. . Lo que no quiere decir que no sean de consideración. Desde Mons. d’Hulst, han ocupado un amplio lugar en el Instituto Católico de París:

                Los diversos institutos en donde están las Facultades libres de Francia les han dado un punto de apoyo. Tienen revistas, periódicos y estas hojas tienen su público: La Quinzaine, hasta un cierto punto La Revue des Deux Mondes, francamente la Revue du Clergé, les Annales de Philosophie Chrétienne en manos del padre Laberthonniere. Han fundado una hoja semanal en París, Le Bulletin de la Semaine, y una en Lyon, Demain. No hace falta decir que son ellos los que publican el mayor número de libros. Están en todas partes. Cuando M. Combes ha prohibido a los religiosos el acceso a las cátedras en los Seminarios, ha hecho un gran servicio a los jóvenes católicos: ha sido necesario tomar sus nombres por hornadas. Hoy, son los mismos alumnos los que quieren en la enseñanza católica profesores de nuevas ideas”.

                Cuando vino la condenación, la revista protestante Foi et Vie, lanzó esta advertencia:

                “Suceda lo que suceda, se quedarán. Se someten disciplinariamente, pero su conciencia sigue libre y reanudan la discusión, la propaganda. Creen en el futuro. “No hay que equivocarse. En el catolicismo de hoy se trata de un choque formidable, de un choque trágico de dos mentalidades, de dos concepciones del mundo y de la religión, de DOS CATOLICISMOS...

                “ Qué lleva en sí el nuevo catolicismo, en qué se va a convertir? El protestantismo debe esperar que se vuelva sencillamente cristiano. Entonces…”

    Entonces, en el espíritu del escritor protestante, los nuevos católicos se habrán vuelto protestantes.

                Un Director de Seminario escribe a M. Paul Sabatier:

                “He leído a mis alumnos las páginas que dedica a los seminaristas y, a pesar de mis reservas sobre la indiferencia dogmática que Ud. parece preconizar, esos sentimientos se corresponden con los que animan a los mejores de entre ellos, LOS FUTUROS DIRIGENTES DE LOS CATOLICOS”

                Se comprende que M. Sabatier haya escrito:

                “Se puede decir que si los innovadores, como se los llama, están tan a gusto con los protestantes, si no los huyen obsesivamente, como se hacía hasta aquí, es PORQUE LOS HAN SOBREPASADO”.

* * *

                La crisis modernista revelaba una situación extremadamente confusa. En junio de 1896, un cierto padre Bourrier de Marsella escribe a los periódicos reclamando un cisma. Declara que desde hace diez años ya no tiene fe.

                “Mucho tiempo ha esperado para decirlo” —observaba Arthur Loth en la Vérité. Y además “¿ha dejado desde ese tiempo de decir misa, de confesar, de administrar los sacramentos? ¿Ha dejado de recibir los emolumentos de su función vicarial? Un hombre honrado, un convencido, hubiese abandonado la sotana y rescindido sus funciones desde el día en el que se hubiese convencido de que había perdido la fe.

                “Y ahora, ¿ qué va a hacer este sacerdote marsellés? ¿Qué pide? Una religión sin Iglesia, una fe sin dogma, una vida cristiana sin culto, sin observancias prácticas (...) Anuncia con soberbia que ‘el romanismo con sus dogmas está acabado, sus variaciones ya no cuentan, su jerarquía vestida de oro y coronada de magníficos diamantes se admiran aún, pero ya no hacen temblar; su culto formalista, esotérico, pagano”.

                Y el padre Bourrier reclama una “religión democrática”.

               “¡Pero esto no es nuevo, señor cura! —replicaba Arthur Loth—. El puro Evangelio es tan viejo como la hipocresía y la vanidad humanas. Los fariseos han sido los primeros en querer el puro Evangelio. Todas las herejías hasta M. Loyson, su predecesor inmediato en Francia, han reclamado el puro Evangelio”.

                También hubo un padre Michaud que se fue a fundar en Neuilly una “Iglesia” a su manera. “La religión del padre Michaud era una religión democrática, al gusto del padre Bourrier. Ni dogmas de ninguna clase, ni infalibilidad, ni Inmaculada Concepción, ni Sagrado Corazón, ni reliquias, ni cofradías, ni órdenes terceras, ni ‘beaterías’ ninguna en su Iglesia y para colmo de reforma, ¡ya no había que pagar por las sillas…!”.

                Le Chrétien français fundado por un sacerdote apóstata “se ufanaba de haber causado la apostasía de una veintena de sacerdotes y de haber seducido a muchos más que continuaban OCUPANDO SUS PUESTOS”.

                En Le Siècle, otro apóstata estimaba que los que, ganados por las ideas modernistas permanecían en la Iglesia, contribuían más eficazmente a su disgregación. El pastor Roth animaba a esta actitud estimando que, si los sacerdotes abandonan sus errores “papistas”, serán mucho más útiles quedándose dentro de la Iglesia que saliendo de ella.

                M. Paul Sabatier, ese protestante liberal del que ya hemos hablado, escribía al padre Fontaine: “¿Por qué los sacerdotes con un nuevo espíritu iban a marcharse, si en conciencia están persuadidos de que interpretan mejor la enseñanza de la Iglesia?”.

                En su libro: L crise du clergé (La, crisis del clero), puesto en el Índice, el padre Houtin citaba el caso del padre de Meissas quien escribió bajo seudónimo obras contra la Iglesia y el Papado, y conservó hasta su muerte las apariencias de un buen sacerdote para poder propagar sus ideas más eficazmente.

                En resumen, uno ya no sabía de quién fiarse.

                Fue entonces cuando Pío X impuso al clero el juramento antimodernista (septiembre de 1910).

                Pienso que es necesario e interesante dar el texto del mismo:

                “Abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos.

                “En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la creación, como la causa por su efecto.

                “En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana, Y estos mismos argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de todos los tiempos y de todos los hombres, incluso del tiempo presente.

                “En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e histórico, durante su vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia está edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía apostólica y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos.

                “En cuarto lugar, recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, SIEMPRE CON EL MISMO SENTIDO Y LA MISMA INTERPRETACIÓN. POR ESTO RECHAZO ABSOLUTAMENTE LA SUPOSICIÓN HERÉTICA DE LA EVOLUCIÓN DE LOS DOGMAS, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio. Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido. “Consecuentemente: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades tenebrosas del ‘subconsciente’, moralmente informado bajo la presión del corazón y el impulso de la voluntad, sino que es un verdadero asentimiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente por la enseñanza recibida EX CATHEDRA, asentimiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Maestro”.

                Estas cinco proposiciones constituyen el fundamento de la ortodoxia católica y el punto capital que hemos subrayado es que la doctrina no puede ser desarrollada más que “en el mismo sentido y con la misma interpretación”. Este es el punto firme de nuestra discusión de hoy con los que se dicen “innovadores” y que son sencillamente HERÉTICOS.

                El juramento antimodernista impuesto al clero por San Pío X, termina así:

                “En fin, de manera general, profeso estar completamente indemne de este error de los modernistas, que pretenden que no hay nada divino en la tradición sagrada, o lo que es mucho peor, que admiten lo que hay de divino en un sentido panteísta, de tal manera que no queda nada más que el hecho puro y simple dela historia, a saber: el hecho de que los hombres, por su trabajo, su habilidad, su talento continúan a través de las edades posteriores, la escuela inaugurada por Cristo y sus Apóstoles. Para concluir, sostengo con la mayor firmeza y sostendré hasta mi último suspiro, la fe de los Padres sobre el criterio cierto de la verdad que está, ha estado y estará siempre en el episcopado transmitido por la sucesión de los Apóstoles; no de tal manera que esto sea sostenido para que pueda ser mejor adaptado al grado de cultura que conlleva la edad de cada uno, sino de tal manera que LA VERDAD ABSOLUTA E INMUTABLE, predicada desde los orígenes por los Apóstoles, NO SEA JAMÁS NI CREÍDA NI ENTENDIDA EN OTRO SENTIDO.

          “Todas estas cosas yo me comprometo a observarlas fiel, sincera e ÍNTEGRAMENTE, a guardarlas inviolablemente y a no apartarme jamás de ellas sea enseñando, sea de cualquier manera, por mis palabras y mis escritos…”.

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         Al término de este capítulo hagamos una pregunta:

         ¿puede un error convertirse en una verdad con el tiempo?

         Si basta con perseverar en sus opiniones, con intrigar, con presionar para que un día sean aceptadas, se admitirá que perseveramos en las nuestras. Serán reconocidas un día. Pero hay una diferencia esencial entre los modernistas y nosotros: es que el día en que Roma reconozca que somos nosotros los que tenemos razón, no reconocerá unas ideas que nos pertenecerían en particular, que habríamos inventado, sino unas ideas que fueron las de siempre de la Iglesia y que ciertos clérigos han perdido en el camino.

                ¿Cómo lo que la Iglesia ha calificado unánime y constantemente de DESORDEN, podría haberse convertido hoy en el ORDEN? La verdad es que el desorden se ha metido en la Iglesia, como en todo el resto de la sociedad, bajo la acción del mismo principio y que hace falta expulsarlo.

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SANTA IGLESIA MILITANTE (PRINCIPAL)

 

 

 

 

 

 

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